El Perla Negra relucía con una majestuosidad fuera de serie, y Jack no sabía si dicha sensación provenía del notable cambio y mejoras del barco, ó por no haberlo visto en una década.
No era la primera vez que Cangrejo veía el Perla Negra, y también notó las fabulosas evoluciones que la habían transformado en una despampanante nave: el desgaste de la madera a manos de balas de cañón y golpes de espada, fue reemplazado por un barniz brillante de otro mundo, las velas negras ya no estaban remendadas y, aunque éstas se encontraban amarradas en lo alto de los mástiles, se veían como nuevas.
El Trébol Rojo se alejaba del Perla para encontrar un puerto donde atracar la nave. Jack se sentía intimidado por aquel lugar que, si bien era hermoso, le era desconocido aún habiendo navegado por los siete mares en incontables oportunidades. Tras cederle el timón a uno de los tripulantes, Jack se acercó a la proa para observar mejor la isla. No caía en cuenta que el barco ya comenzaba a detenerse, arribando a puerto.
Muchos pensamientos rondaban por la mente del Capitán Sparrow; era bastante inverosímil encontrarse en un lugar del que por toda su vida de pirata nunca había oído hablar siquiera… ¿Una trampa? ¿Una ilusión? Las cartas de navegación de Sao Feng no revelaban la existencia de una Isla Oasis. La tripulación parecía tanto o más desconcertada que Jack, pero en ellos reinaba, más bien, un sentimiento de maravilla ante la belleza de
Jack se dirigió rápidamente hacia su camarote. Abrió la puerta lentamente verificando que Cangrejo no se encontrara ahí. Al confirmarlo, Jack entró a por sus efectos personales. Mientras abrochaba su cinturón, alguien le golpea la cabeza de improviso, dejándolo inconciente…
Jack Sparrow despertó y notó que estaba acostado. Abrió sus ojos lentamente, con sigilo y por el dolor que había ocasionado el golpe. La inmensa cama estaba ataviada con sábanas y almohadas de satín negro, muy cómodos por lo demás, pensó Jack.
Éste movía los ojos de un lado a otro, y observó que unas cortinas de una delicada tela negra cubrían los lados de la cama, separadas por dos pilares de madera de roble oscuro. Presentía que estaba solo y, por lo que pudo vislumbrar, la alcoba era lujosa y sutilmente iluminada por velas ubicadas en cada extremo de ella.
En medio de la cama, Jack cuidadosamente comenzó a arrastrarse hacia una de las orillas, evitando por todos los medios hacer algún ruido que lo delatase. Tras lograrlo, levantó uno de los centímetros de la cortina desde el inferior para volver a confirmar su soledad. Aliviado, Jack se levantó; no sin antes tambalearse por la brusquedad de su movimiento, perdiendo el equilibrio. Se incorporó gracias a que logró sostenerse en uno de los pilares de la cama. Jack sacudió su cabeza y se sintió mucho mejor.
El Capitán Sparrow procedió a registrar la habitación en busca de algo interesante que pudiese revelar el misterio en el que estaba inserto. Extrañamente los cajones, estantes y repisas que amoblaban la habitación se encontraban vacías, salvo una de las sillas en las que se encontraban sus efectos personales; frustrando de sobremanera a Jack. Éste resolvió mirar debajo de la cama, sin poder mirar mucho en realidad, por lo que comenzó a gatear por toda la habitación. Jack estaba en un estado de concentración casi desesperante; tanto que no se percató de la repentina llegada de una presencia a la alcoba…
- No has cambiado nada, Jack Sparrow. – comentó una sensual y atrayente voz.
Pegando un salto que lo dejó tirando en el suelo, Jack se precipitó a ponerse de pie e intentar divisar a la mujer que le estaba hablando. La oscuridad que invadía el fondo de la habitación no le permitía a Jack descubrir la identidad de esa voz que, por ciertos instantes, le resultaba muy familiar.
- Toma asiento, Jack. – le invitó la dama – Tenemos mucho de que hablar.
Jack dudó. Intentó acercarse, pero desistió al invadirle esas sensaciones de desconfianza bastante típicas en su persona, por lo que prefirió permanecer en distancia.
- Puede que no me funcione mucho la cabeza, pero es preferible eso a perderla definitivamente… ¿Con quién tengo el honor de discutir el no saber qué hago aquí? – preguntó Jack, con sigilo.
- Mi querido Jack… me entristece saber que me hayas olvidado. Tenía la ilusión que al menos dedujeras por qué estás aquí – explicó la dama.
- Querida, un pirata jamás debe explicar los rumbos que toma. Eso sería tan nefasto como…
- … abandonar tu barco cuando la batalla está casi ganada. Nunca lo olvidé, Jack – interrumpió la dama, terminando la frase del Capitán.
Jack abrió los ojos como platos. Habían pasado años… años sin saber de su paradero, qué clase de suerte habría sufrido tras ese terrible altercado que les impidió volver a verse, hace ya tantos años; antes, incluso, de que Jack hiciera su trato con Davy Jones y se adjudicara el Perla Negra.
- Si Jack, sobreviví. – espetó la dama, quién comenzó a acercarse al Capitán Sparrow lentamente, con movimientos elegantes y una sonrisa encantadoramente asesina.
Producto de la impresión, Jack se sentó en la cama sin dejar de mirarla. No recordaba que Maryanne fuese tan hermosa, pareciese que los casi 30 años en que no se habían visto no pasaron por ella, es más, la habrían embellecido aún más. Jack se sorprendió al constatar los cambios en la apariencia de Maryanne: su cabellera era roja como el fuego, su piel blanca le invocaba la sensación se contemplar la espuma de mar que dejaban las olas al llegar a la costa, su cuerpo firme no podía ser más perfecto, y sus ojos tornasolados le recordaban la inmensidad del mar…
Maryanne se sentó frente a Jack y le sonrió con satisfacción. Le provocaba placer que Jack siquiera hubiese imaginado encontrarse con ella nuevamente, después de tantos años.
Tras unos segundos, Jack cerró su boca y le devolvió una sonrisa más bien tímida, pero graciosa. Lo había descubierto: el secreto, su fracaso, la soledad…
- La encontraste, ¿verdad? Te hiciste de su voluntad y creaste todo este paraíso… - dijo Jack.
- Bingo – respondió Maryanne – Pero te preguntarás cómo, ¿no es así? Escucha con atención, Jack Sparrow. Tengo una proposición para ti.